viernes, 30 de abril de 2010

Borrachera, borrachera, borrachera… (5 de noviembre de 2009)

Borrachera, borrachera, borrachera…


Juan Carlos Ramón Rueda

Publicado en el Diario del Huila el 5 de noviembre de 2009.

Meditando sobre la borrachera colectiva –llámese Uribismo- en la que está sumida la sociedad colombiana y que juguetonamente los dueños de la fiesta han bautizado “El Estado De Opinión” encabezados por el más grande –por lo menos el más visible- “libre pensador” de los últimos tiempos, el señor José Obdulio Gaviria, repasaba lo que fue el origen de la llamada séptima papeleta y de la joven Constitución Política de 1991.

Estas reflexiones me asaltan de repente, especialmente cuando en medio de la resaca que padecen el 70 y pico por ciento de conciudadanos, percibo como violan, ultrajan y se comen casi a dentelladas lo que queda de la Constitución, mientras claman al cielo que el gran festín no acabe y se alargue, por lo menos otros cuatro años. De esta manera la flamante dama Constitucional quedó convertida en poco menos que una puta barata. Abochornada, ultrajada y vilipendiada, se le siguen montando encima delante de los borrachitos ante los gritos de la minoría, quienes la ven como la dama que era –o la que pretendieron que fuera-, hace ya cerca de veinte años.

Resulta que esa señora que se “comen” muy a gusto hoy los dueños del festín, tuvo su inicio en lo que se llamó la “Marcha estudiantil del silencio” hace 20 años, en agosto de 1989, una semana después de que la mafia asesinara a Luis Carlos Galán. Era la época de los grandes líderes. De grandes propósitos. La época en la que fueron asesinados los más grandes luchadores de la democracia por las balas asesinas. Así llego la séptima papeleta que Colombia votó masivamente. Luego nació La Constitución, tras décadas de obstáculos y contratiempos que atrasaron el cambio institucional que la sociedad clamaba. Fue la cruzada de una sociedad civil emergente estimulada por la crisis de credibilidad de la clase política, el bipartidismo, la politiquería y la corrupción. La antesala de una nación que entraba en un nuevo siglo, que con la fuerza que da la convicción en nuevas ideas, pretendía tener un nuevo instrumento político, un estado más moderno y cercano a la gente, un sistema institucional sin corrupción, un poder judicial que garantizara el cumplimiento de los deberes y los derechos del ciudadano, fundamentado un una arquitectura jurídica adecuada a los nuevos tiempos. Fue la materialización de un momento histórico. Con voluntad de perdurar. Y funcionó –o pareció hacerlo- durante sus años de niñez y adolescencia, hasta cuando inició el gran bacanal y decidieron volverla mierda, primero socavando la descentralización, cambiando la balanza de poderes, alargando el mandato del presidente y ahora, con la intención de perpetuarlo, con la idea de que en la Patria de hombres y mujeres con tanto talento, inteligencia y fuerza interior, él es el único capaz de hacerlo todo.

En el País de los borrachitos más felices, la fiesta no va a acabar pronto. José Obdulio no conoce desplazados, sino “migrantes”. La plata de los campesinos se la dan a reinas, traquetos y grandes terratenientes. Los magistrados de bolsillo anulan las sentencias de la Corte Suprema… mientras el borrachito sigue de fiesta…. ¡hip!

juancramon@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario