miércoles, 29 de septiembre de 2010

…y floreció como una flor negra…

…y floreció como una flor negra…


Juan Carlos Ramón Rueda
Publicado en www.diariodelhuila.com el 30 de septiembre de 2010

“...¿Cómo vivir en un mundo con el que uno no está de acuerdo? ¿Cómo vivir con la gente si uno no considera suyas ni sus penas ni sus alegrías? Si sabe que no es parte de ellos…” afirma el magnífico escritor Milan Kundera en uno de sus libros. No sé si Piedad Córdoba se sienta así por estos días, pero sus sentimientos, sus actuaciones a favor de los secuestrados y la racionalidad acerca del porqué de nuestra existencia, es un asunto que me afecta cuando escucho frases de júbilo de compatriotas que se alegran con la sanción disciplinaria que le ha impuesto el señor Procurador General de la Nación…

Me refiero al caso de Piedad Córdoba, porque el dolor que ella carga en el alma por estos días, debería tocarnos a todos… Especialmente a aquellos por los que ha luchado de manera incansable, insufrible, de manera obstinada y casi suicida. Los secuestrados de nuestro País no son los únicos beneficiarios de su determinación. Los son también, de manera principalísima, los familiares y seres queridos de estos. Sólo ellos, en la intimidad de su sufrimiento sienten en el alma lo que le pasa a Piedad, en medio de la desidia, la falta de tolerancia e incomprensión de las instituciones y la población colombiana. Piedad ha luchado y luchado, contra viento y marea, en contra del querer de la sociedad, de los medios de comunicación, el gobierno… Y en esa lucha ha tenido que traspasar límites de manera difícil de comprender, sobre todo para la gente que vive en las grandes ciudades, cómodamente, que no conoce la guerra de cerca, que no entiende que en la selva se libra una situación de indefensión distinta a la que se vive en otras partes de la Nación, y que ahí, poco a poco, se pudren en vida compatriotas indefensos e inermes. Ella paga ahora el precio que le impone nuestro sistema de justicia, que ha decidido que sus actuaciones no son validas y que su condición de política en su más simple esencia –Senadora de la República-, no es permisible para la sociedad colombiana.

Sus desafueros por andar hablando de las fosas comunes y los nexos de miembros del gobierno con paramilitares en el exterior han sido castigados. Por lo menos por ahora, mientras una instancia superior, quizá una Corte Internacional determina si lo actuado por el señor Procurador General se aplica o no a los estándares internacionales de la justicia humana.

El odio que siente el pueblo colombiano por los secuestradores ha sometido a la nación a un remolino de sentimientos atroces como la celebración desmedida y aterradoramente animalesca por la muerte del más temible de todos los secuestradores “el Mono Jojoy”. ¡Qué poquedad tan grande! Juzgamos y nos alegramos de la muerte política de Piedad. De la misma manera como celebramos con júbilo la muerte de compatriotas que mueren achicharrados tras el estallido de 50 toneladas de explosivos a sus pies. Pienso que es bueno que “Jojoy” ya no pueda hacer más daño. Pero tampoco me complace tanta euforia ante el horror de ver su rostro desfigurado.

“Estaba plantado en la tierra de su ser, creció lentamente y floreció como una flor negra…”

juancramon@gmail.com

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